Nunca había tenido en mi mente la idea de casarme. Me resultaba lejana e imposible. Cuando llegó Jin todo cambió. Sé que suena a frase cliché pero es literal: nos casamos y me voy del país. Todo en poco tiempo. Es loco como cambian las cosas y como cambiamos nosotros mismos.
Sí, nosotros ya estábamos casados en Corea. Lo hicimos en mayo, cuando fuimos a registrar el matrimonio a una oficina. Si bien era oficial, para nosotros la verdadera celebración era la de septiembre, en Chile, con nuestras familias y nuestros amigos.
Cuando comenzamos a planear el matrimonio siempre quisimos algo íntimo. Un matrimonio con 200 invitados y de noche era algo que no nos apetecía para nada. La idea, era encontrar un lugar acogedor, con un jardín y que nos permitiera hacerlo a la hora de almuerzo (porque nos gusta comer jeje).
Entonces, me puse en la búsqueda y descubrí que esos lugares en Santiago- y en Chile- son muy escasos. Por lo menos, todos los que cotizaba, pedían al menos 100 invitados. Yo necesitaba algo que se ajustara a no más de 60 personas, ojalá con un patio interior y que fuera de día. Buscando y buscando llegué- o apareció milagrosamente- Casa Zucca. Un centro de eventos, que también es una casa en las faldas del Cerro San Luis, en las Condes.
Cuando lo visitamos en marzo de este año nos encantó. Y ya, yo nunca había pensado en casarme pero obvio que en algún momento imaginé cómo me gustaría que fuera mi boda y este lugar era lo más cercano a la perfección.
Ya sé que no es bueno hablar de perfección, sobretodo cuando manejamos expectativas, pero francamente, todo salió perfecto. Marcela y Carla (las wedding planner) se encargaron de todo y redujeron al mínimo mi nivel de estrés. Decoración, flores, catering, y todos los detalles fueron resueltos de forma fácil gracias a ellas. Muchas de estas cosas las decidimos por correo, desde Corea, y si bien pudo haber resultado mal, debido a la diferencia horaria, siempre respondían los correos oportunamente. Ya, sé que estoy tirándoles demasiadas flores… pero es que se lo merecen full. ¡Gracias Chiquillas!
Punto aparte es la ceremonia. Nosotros, al casarnos en Corea, no podíamos volver a casarnos en Chile por el civil. Se consideraría un matrimonio “doble”, así que lo único que podíamos hacer era registrarlo acá, pero eso es un trámite interno.
Además, buscábamos algo especial. Si bien Jin no profesa ninguna religión, y yo soy “católica chilena”, queríamos algo que, desde la espiritualidad, pudiese reafirmar nuestro deseo de unirnos y ser una familia.
Así que le pregunté a mi tíos. Yo sabía que ellos habían hecho ceremonias de matrimonio con anterioridad, pero no conocía de qué se trataban. En marzo fuimos a hablar con ellos para pedirles si podían oficiar nuestro matrimonio y dijeron que sí.
De ahí en adelante, fueron enviándome detalles de lo que sería la ceremonia, con rituales que incluían elementos simbólicos y formas de unión de distintas culturas. Para nosotros fue perfecto, y aún estamos emocionados por los detalles, la sinceridad y la profundidad de cada una de las cosas que hicimos ese día.
Podría seguir escribiendo mucho más: de los recuerdos, de nuestros Hanbok (y de lo asombrada que estaba la señora que los hizo cuando escogimos los colores muy rápido), de lo bacán que fue compartir ese día con gente que conocía desde hace mucho tiempo, como la May, una ex compañera de colegio de mi enseñanza básica que nos maquilló y peinó, o con la Pauli, quien nos tomó estas lindas fotos, y a quien conocí como barista en el Forastero, pero creo que ya me extendí mucho.
Es emocionante escribir esto porque, de alguna forma, se cierra un capítulo completo de preparaciones y esperas, y comienza otro cargado de aventuras y una nueva vida en Corea. Sigo diciendo mucho que estoy agradecida, y es que lo estoy. Muchas muchas muchas gracias.
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