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Moosang: tomar té sin pensar

December 17, 2018

Cuando estábamos terminando de almorzar en el último día de nuestro viaje a la Isla de Jeju, Jin me preguntó si quería ir a una cafetería antes de volver al aeropuerto. Ya hacía frío así que dije que sí, que obvio. Las cafeterías siempre serán un buen panorama para mi.

Buscó durante un momento y me dijo que había encontrado una tetería a 10 minutos caminando y que estaba seguro que me iba a gustar. Y sí, me encantó.

Ilustración que también estaba en la puerta de entrada

Llegamos a una calle poco transitada y casi pasamos de largo. La tetería no tenía nombre alguno, tan solo una ilustración de una persona, los horarios de atención y un cartel que rezaba “no kids zone”. Me pareció divertido, pero luego, al entrar, cobró todo el sentido del mundo.

Moosang es el nombre de este lugar. Moo, en coreano, puede significar “nada” o “vacío” y sang vendría siendo como “pensar”o “pensamiento”. Es decir: zona libre de pensamientos. Algo así como mente en blanco.

El lugar era apto para divagar un rato en la nada: paredes blancas, muebles de madera, música tranquila e instrumental. La carta de tés era mucho más variada que la de café y tenía un plus: era té de flores cosechado en la misma isla.

Moosang y su calidez

Pedimos tres infusiones distintas y cada una venía con un acompañamiento: pastel de arroz en pequeñas porciones y barras de cereales, todo hecho por la misma dueña que siempre estuvo dispuesta a explicarme todo en inglés, aunque Jin supiese coreano, lo que me hizo sentir muy acogida y a gusto.

Los precios no difieren mucho de los que pude encontrar en las cafeterías del continente (entre los 6000 y 7500 won que sería algo así como entre 3000 y 4500 pesos chilenos), sin embargo, el plus era estar tomando algo completamente natural, servido con delicadeza y con una explicación detrás que es digna del oficio. Proceso casi artesanal.

Foto del Instagram de Moosang

Y claro, ahora pude comprender por qué no aceptaban niños. Casi toda la gente hablaba en voz baja, o de plano se mantenía en silencio, para resguardar ese ambiente frágil y vaporoso.

Me encantaría volver y poder probar otras variedades (que por temporada ya no estaban preparando), y poder agradecer una vez más a la dueña del local por darnos un tan lindo momento.

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