El término no es nuevo. De hecho, data del 2007 cuando Kate Fletcher, profesora de Sostenibilidad, Diseño y Moda en el “Center for Sustainable Fashion” de la Universidad de Artes de Londres lo acuñó y divulgó en su publicación “Gestionar la sostenibilidad en la moda: diseñar para cambiar”, publicada en el año 2008.
Si bien, acá en Chile también se manejaba dentro de los círculos más cercanos al diseño, moda y artesanía, fue reconocido popularmente tras el colapso del Rana Plaza- en Bangladesh- durante el 2013, edificio utilizado por la industria textil del fast fashion el cual, tras su derrumbe, dejó la cifra de 1.129 muertos y 2.515 heridos.
El comercio de moda sustentable tiene ciertas ideas que pueden servir de directriz para comprender el movimiento: oponerse a la moda producida en cantidades industriales, elegir ropa fabricada con materiales sostenibles y producidos en forma ética, preferir productos artesanales para apoyar a pequeñas empresas y el comercio justo y, finalmente: disminuir considerablemente el consumo de ropa eligiendo prendas duraderas y de buena calidad.
Ahora bien ¿por qué el tema me parece relevante? Fuera de la obviedad de la necesidad de mejorar nuestro consumo en todo sentido, creo que he aprendido, o he intentado, generar un cambio en cuanto a mis formas de compra de vestuario.
Los que me conocerán saben que amo la ropa y aunque si bien no tengo un estilo único y diferente, siempre intento manejar un fondo de armario que me sea agradable en cuanto a colores, estilos y telas. Esto, me llevó muchas veces a buscar en la compra una “cura” para ansidedades o tristezas, generando que, en variadas ocasiones, encontrase ropa con etiqueta que había comprado hace 4 meses atrás.
En esa lógica de consumo, la que muchas veces suplió carencias emocionales, logré percatarme de la necesidad de un cambio. Cambio que efectivamente no era económico pero que, a la larga, me permitía tener prendas que duran años y no temporadas. De hecho, en la foto de la portada del post estoy con una túnica de “La Gaviota”, diseñada por Francisca von Hummel y que se encuentra en perfecto estado después de 4 años de uso.
Ahora tengo menos pero las cosas me duran más… y al poder ver desde cerca, como compradora y consumidora- e incluso desde mi área de trabajo donde pude participar en encuentros de artesanos y artesanas para diseñar la política que maneja el Gobierno en cuanto a la cadena de valor- las formas en las que se mueven los diseñadores chilenos, lo difícil que es la comercialización y el valor de las materias primas utilizadas, pude entender que esta lógica de compraventa es mucho más decidora que acumular prendas temporada tras temporada.
Y como punto extra, ayuda a organizarse en muchas otras áreas, como a evitar la acumulación de objetos, y la búsqueda del orden general, tanto en espacios como a nivel mental.
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